Todos la vemos
como el indeseable lugar en el que se confinan quienes en su camino han hecho
del yerro y el extravío una conducta. Un lejano inframundo al que se ven
obligados los mancillados de la culpa, los peregrinos del equívoco. La
imaginamos como una letrina de desaciertos, un rebaño de descarriados, una
horda de perdidos que merecen la expiación para ostentar de nuevo la membrecía que los avala para integrar
lo que se ha dado en llamar sociedad.
Pero fue Jorge Luis Borges quien en una de sus
desafiantes sentencias aseguró que era la sociedad la que hacía al
delincuente y que por lo tanto él no merecía condenas sino exculpación eterna. Borges,
conocedor de la siquis del hombre de arrabal y apasionado por las entrañas de
la lunfa que celebra la milonga de su ciudad, sabía del lado benévolo de todo
hombre que ha falseado sus pasos. Son
ellos los seres obligados a esconder en el último pliegue de su ser las
fragilidades. La rudeza se les ha impuesto como obligatoria careta y sus
arrebatos de ensueño son reservados para el viaje solitario que cada uno
emprende en sus ocios y momentos de reflexión.
Uno de ellos se da cuando dialogan con el conocimiento y le dan
despliegue a la creatividad. El aprender, el construir y el pensar, pueden ser
la verdadera catarsis, la auténtica corrección, el asomo a otra libertad.
Durante un año, instructores del Centro de Formación Agroindustrial La
Angostura, liderados por la ingeniera Belén Alexandra Cerón, visitaron la
cárcel ubicada en el municipio de Rivera con el fin de dar cumplimiento a las
acciones de formación del Técnico en Manejo Integral de Residuos Sólidos.
Willian,
óscar, Sergio y otros aprendices, cambiaron sus aletargadas rutinas, le
imprimieron un nuevo cariz a sus desvencijadas celdas, para hacer del reciclaje,
la separación en la fuente y el manejo de aguas residuales, sus obsesiones
académicas. Adrián Tovar, director del INPEC en Rivera Y Cándido Herrera
González, Subdirector del Centro de Formación, participaron de la jornada
cultural el pasado 15 de Marzo, en la que todos los internos tributaron un
reconocimiento al esfuerzo y disciplina de los compañeros que culminaron sus
etapas lectivas y productivas. Un acto de inclusión y solidaridad que confirma
que los talentos y las capacidades son perlas en gestación que merecen su
pulimiento, que la adversidad no obstruye las destrezas y las virtudes que el
saber puede estimular, y, que el Servicio Nacional de Aprendizaje SENA es la
herramienta para hacer que más colombianos se incorporen al diálogo cívico que
ha de concretar la paz en el país.
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