"Soy mio, me compre yo
mismo y me pague con mi dinero"
Al fin de cuentas ¿qué es la felicidad? ¿Radica en tener cosas y mientras más
mejor? O, al contrario, ¿es más feliz el pobre, que solo posee lo indispensable?
¿Es feliz el poderoso? ¿El que puede imponer su voluntad de las buenas o a las
malas o el que se enamora tanto de poder que drogado por este elixir quiere
perpetuarse en él? ¿O la felicidad la propicia el sexo, la droga, la parranda, el
vivir de domingo en domingo?

¿Es malo el placer? ¿Es despreciable el dinero? ¿Es indeseable pasar bueno?
¿Es perverso el poder? Nada de eso es malo en sí mismo. Lo que hay que
distinguir es entre el placer y a felicidad. El placer, (Que es bueno,
delicioso) es producido por un objetivo. La comida, la bebida, el sexo, el
ejercicio del poder y aun la violencia (como perturbación de la mente) pueden
ser placenteros.
Lo que pasa es que ese placer se agota cuando
desaparece el objeto que lo provoca. El placer es como una vela de cera, la
llama dura lo que dure la cera. La felicidad es un estado del alma. Se es
feliz cuando por debajo de las mareas y las olas cotidianas de cada ser humano,
existe una armonía imperturbable. Es que nuestra esencia espiritual no
puede ser tocada. Las tormentas se arremolinan en las superficies. Lo que nos
hace sufrir no es lo de afuera. Todo lo que esta afuera es neutro. El
sufrimiento se produce por el apego. Sufrimos únicamente por haber perdido o
por el temor a perder, Podemos gozar de lo que tenemos y de lo que somos: de
una cerveza o de un buen trago, de una linda casa o de una noche de amor, pero
si la consecuencia de ello nos hace sufrir, es por el apego. La felicidad que
se fundamenta en el ser, en la realidad esencial, no tiene objeto de placer
exterior. Ojala, asentados en el ser, pudiéramos expresar como uno de los
fundadores de las coplas antioqueñas, Ñito Restrepo: "Soy mío, me compre yo
mismo y me pagué con mi dinero"Ramiro Valencia Cossio
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